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miércoles, 29 de mayo de 2013

Eloise

Después de su muerte vagué eternidades.



          Marina Podgaevskaya



Las flores del mal en su afán me dieron cardos y espinas, no las culpo, yo hubiera hecho lo mismo.

Y allí entre el ser y la nada, en la ignominia de mí misma,
sollozante, burda, desdibujada a mi entorno y simbiótica al mismo,
sufriendo el dolor que sufren todos: Los padres, los ancestros, Adán y Eva, la virgen judía,
allí sin aliento, enmedio de lo que el viento se llevó y las cenizas que otro viento trajo,
frente al rio de la vida, abracé a Desdémona como nunca antes
y es que no hay peor soledad que la que se sufre en compañía de uno mismo,
uno mismo quiere ser otro, otro muy distinto.

 Lloré desesperadamente. Caminé al borde del abismo.
 Así del precipicio.
 Así del alma.
 Y le grité Eloise!!!!
 Pero no oyó, pero no sintió, los muertos no sienten, esa es su dicha.

 Desdémona y yo regresamos hechas parias, el dolor cauteriza al final.

 Ahora ya no sentimos.

María Icónica.

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