Abandonarme a tu liviandad
a tu himen casto
que supura y languidece
entre estos miedos
que asirte no pueden
y se postran a tus plantas
como aborto.
He llorado sobre tu rio.
Con lengua pedestre he escuchado tus sabores
suenas a crímenes diarios
a destellos de luz,
ángel oscuro.
En mi desgracia, huir quisiera
pero tu boca me convoca a convidar
parte a parte iguales
a quien mire, esta desdicha.
Si este cuerpo estrecho
fuera más que ausencia paterna
más que este desvarío
flanco de neurosis.
Si tu ausencia solícita y ausente
prestara oídos
a mi ecuánime lealtad a tu introyección
a tu mueca desértica
y como eco piadoso
lloviera hoy, el mar aquel de tu venida
o de tu partida…
no sé.
a tu himen casto
que supura y languidece
entre estos miedos
que asirte no pueden
y se postran a tus plantas
como aborto.
He llorado sobre tu rio.
Con lengua pedestre he escuchado tus sabores
suenas a crímenes diarios
a destellos de luz,
ángel oscuro.
En mi desgracia, huir quisiera
pero tu boca me convoca a convidar
parte a parte iguales
a quien mire, esta desdicha.
Si este cuerpo estrecho
fuera más que ausencia paterna
más que este desvarío
flanco de neurosis.
Si tu ausencia solícita y ausente
prestara oídos
a mi ecuánime lealtad a tu introyección
a tu mueca desértica
y como eco piadoso
lloviera hoy, el mar aquel de tu venida
o de tu partida…
no sé.
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